lunes, 14 de marzo de 2011

Jack London es el rey

Cuando un hombre viaja a un país lejano debe prepararse para olvidar muchas de las cosas que ha aprendido y para adquirir las costumbres inherentes a la vida del nuevo país.

Debe abandonar los viejos ideales y los antiguos dioses y, a menudo, debe invertir los mismos códigos por los que se ha afirmado su conducta. Para quienes tienen la facultad proteica de adaptarse, la novedad de semejante cambio puede constituir incluso una fuente de placer.

Pero a quienes se han anquilosado en los senderos que los crearon les resulta insoportable la presión de un entorno modificado y se irritan en cuerpo y alma bajo las nuevas restricciones que no entienden.

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