sábado, 7 de enero de 2012

Consecuencias

Odiaba que todo lo que hacía se le antojara irremediable, definitivo. Lo llamaba "el peso de las consecuencias" y estaba convencida de que era otro de los fastidiosos rasgos paternos que con los años arraigaban más y más en su ser. Envidiaba rabiosamente la despreocupación de las chicas de su edad, su frívolo sentido de inmortalidad. Deseaba poseer la ligereza que correspondía a sus quince años, pero cuando trataba de alcanzarla no sentía sino la furia con que volaba el tiempo. Y el peso de las consecuencias se volvía insoportable y sus pensamientos empezaban a dar vueltas cada vez más rápido, en círculos más y más estrechos.

La soledad de los números primos, Paolo Giordano.